Tratamiento a la Bandera Nacional

La Bandera, para cualquier país, es un símbolo nacional que aglutina a todos los miembros de ese Estado porque los une a través de un mismo sentimiento patriótico y nacional, es por ello que se transforma en algo muy caro a sus sentimientos desde temprana edad. A los niños se les inculca, en sus hogares y en la escuela, el respeto que se le debe conferir y el tratamiento consecuente que le deben dar a la bandera, así como al escudo y al himno. No importa de qué país se trate, es lo mismo para todos.

La legislación argentina pone de relevancia lo dicho anteriormente al expresar que: “…este Gobierno, al dar vida y afirmar las tradiciones que encierran los símbolos de nuestra nacionalidad, asegurándoles la pureza de sus mismos orígenes y el tratamiento reverente condigno, cumple con antiguos anhelos patrióticos e íntimas convicciones y satisface así una verdadera aspiración nacional. Que estos emblemas, que son sagrados, irradian no sólo la sugestión religiosa del culto patriótico, cuya llama debe mantenerse viva, sobre todo en los países de inmigración como el nuestro, sino también, evocan los memorables acontecimientos de nuestra historia y las glorias que la tradición recuerda a través de los tiempos, para hacer “eternos los laureles que supimos conseguir”…” (Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 10.302 de 1944 – modificado).

En otras palabras, se coloca a la bandera, símbolo de libertad, civilización y justicia, como al escudo y al himno,  en un lugar muy elevado y se exige se le otorgue un tratamiento reverente con un criterio de orden y respeto.

Ahora yo me pregunto: ¿Cumplimos con estos preceptos? ¿Nos ponemos de pie y damos frente a ella cuando se iza o arría la bandera en una plaza, si la ceremonia nos sorprende cómodamente sentados en un banco? ¿Guardamos el debido respeto hacia nuestra enseña patria cuando la ubicamos incorrectamente en un estrado u oficina y no le ofrecemos el lugar de honor, que sabemos es la derecha? ¿La consideramos sagrada cuando dejamos que flamee  en un mástil convertida en jirones por la acción del viento, el sol y la lluvia que también la desnaturaliza? ¿Realmente pensamos que la bandera es uno de los más importantes símbolos patrios, indicativo de la soberanía nacional, y por lo tanto se le debe rendir el máximo honor y respeto como afirmación de los valores patrióticos del país cuando no la guardamos en el lugar adecuado entre acto y acto? ¿Se le da el condigno respeto cuando no nos preocupamos por conocer cuál es el tratamiento que le corresponde, y más cuando somos funcionarios o docentes? ¿Cómo puede ser posible que haya personas que opinan que los abanderados pueden portarla con el brazo derecho o izquierdo indistintamente? ¿En verdad nos importa nuestra bandera o quedó todo en declamaciones bonitas para las leyes y los textos de estudio? ¿Nos pusimos alguna vez a pensar en serio que por ella hay hombres y mujeres que juraron y juran defenderla hasta perder la vida, y que han cumplido con ese juramento? ¿Qué significa para nosotros nuestra bandera nacional?

Creo que podría seguir formulándome muchas preguntas más al respecto y todas me llevarían a términos como: apatía, indiferencia, ignorancia, abandono, descuido, y despreocupación. Pero también surgirían en mi mente términos como: negligencia, impericia, irresponsabilidad, falta de urbanidad, tibieza a la hora de corregir los errores y excesiva parsimonia cuando se debe legislar al respecto.

En el próximo artículo seguiré con este tema, particularizando lo que hay que corregir. Mientras tanto los invito a reflexionar sobre el tema.

Federico A. Luque Caamaño

Autor del Curso: «Cómo Aprender Ceremonial y Protocolo En Su Casa»; «Oratoria – Hablar sin Miedos»; y del libro “Urbanidad y Cortesía” publicado en Los Ángeles, California, U.S.A.